Reflexionar acerca de un cine posible, democrático y eficaz, así como sobre los pequeños grandes pasos de la construcción dramática, nos pone en una posición privilegiada para contar todo lo que está por narrarse en un continente que en lo único que no es pobre es en historias. El contexto es el gran aliado del guionista, en él se fragua la profundidad de las historias. En Latinoamérica contamos con historias inauditas, personajes entrañables. Siempre he pensado que la gran locación del cine latinoamericano es el interior de sus personajes. Nuestro cine cuenta entre sus riquezas naturales con esa permanente sed de identidad y esos «defectos especiales», es decir, la infinita capacidad de convertir las flaquezas en arte, de improvisar, de reinventar y lograr mucho con muy poco.
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